Es estándar en la terapia familiar emplear el análisis de genogramas a lo largo de tres generaciones, y eso semeja ser necesario para entender totalmente de dónde venía Kay.
La madre de Kay, Kadisha, nació de un padre que tomaba mucho y una madre pasiva en las colinas de Kentucky, tan inusual como lo era para los judíos de la temporada. Kadisha fue el primogénito, seguido de un pequeño y luego de una niña. Después de la hermana menor, el padre de Kadisha les afirmó a los niños que su esposa precisaba ser hospitalizada por una depresión posparto.
Kadisha se fue de casa y llegó al norte a los dieciseis años, manteniéndose con las uñas y el pelo. A los 17 años se matriculó en una clase de historia, sólo para divertirse, en el instituto comunitario local, donde conoció a Kevin, haciendo sus prerrequisitos para el título en administración de empresas que decía que siempre había querido, y se casaron – una extraña pareja, seguro – cuando ella tenía dieciocho y diecinueve años, embarazada de un hijo – otro secreto que jamás se supo.
Kadisha era bastante dócil y podía aguantar la mayoría del tratamiento que recibía, pero a veces podía perder la paciencia y luchar, sobre todo negándose a charlar con Kevin.
A veces utilizar a los niños como intermediarios era tan largo que los progenitores olvidaban por qué no se hablaban entre ellos, y la conversación se estropeaba hasta “Dile a tu madre que pase los frijoles verdes”. Por último se agotaron, y finalmente empezaron a charlar entre ellos nuevamente. Las disculpas jamás llegaron, todo el procedimiento se volvió agotador.
Y Kay compartió algunas cosas en terapia, pero evidentemente no deseaba ayuda. Ella estaba en un mal camino, y aquí está el punto en el que todo esto llega: sus hermanos florecieron. Siguieron teniendo un buen desempeño tanto social como académico, y trabajaron fuera de la empresa.
Porque, verás, Kay era la paciente identificada. Kay sirvió, de la forma más abnegada, como la “persona enferma” de la familia, actuando de este modo la disfunción de la familia y permitiendo que el resto de la familia tuviese éxito.
Tienen una deuda de gratitud con ella, de exactamente la misma forma que todos y cada uno de los miembros de la familia con pacientes identificados en ellos, pero ¿es suficiente la gratitud para salvar a Kay?
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